Existen pocas ciudades en el mundo tocadas por la magia y el encanto. Una de ellas, San Miguel de Allende, fue construida en 1542 y, desde 2008, está considerada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco. Así fue que cuando el afamado decorador californiano Andrew Fisher visitó San Miguel por primera vez, en 2011, quedó fascinado con sus calles estrechas y empedradas, sus iglesias barrocas y las enormes buganvilias que colgaban desde las azoteas. «Vine a visitar a una amiga. Recuerdo como si fuera ayer cuando llegué al pueblo y, de inmediato, quedé hechizado por su gracia», cuenta Andrew. «Lo único que pensaba era que quería comprar una casa en este maravilloso lugar. Hablé con Jeffry, mi socio y compañero de vida, y nos pusimos manos a la obra. ¡No podía creer que habíamos venido de vacaciones y en un par de días encontramos esta maravilla!», agrega entre risas.
La historia de Andrew comenzó a escribirse en Ann Arbor, el pequeño pueblo de Michigan donde nació y en el que, desde niño, se dio cuenta de que el arte era su vida. Y no podía ser de otra forma: su madre era cantante y su padre, pianista, por lo que a nadie sorprendió que al cumplir 17 años decidiera matricularse en la California College of the Arts para estudiar Artes Plásticas y especializarse en joyería. Al poco tiempo de haberse recibido, en 1978, tuvo la fortuna de ingresar al estudio del interiorista John Hallock; a la par que colaborar con Tony Duquette, el elegido por personajes de la talla de Doris Duke, Jean Paul Getty y Elizabeth Arden para decorar sus mansiones. En el año 2000 decidió darle un giro a su carrera y montó su propio estudio junto a Jeffry Weisman, la persona con la que hoy comparte su vida y junto a la que restauró esta casa, en la que recibe en exclusiva a ¡HOLA! para hablar de su vida y su gran amor por México.
AMOR A PRIMERA VISTA
¿Qué fue lo que te enamoró de esta casa?
—Aunque cueste creerlo, esta casa fue construida originalmente como una curtiduría. Debo de confesar que lo que me enamoró desde un principio fue su enorme patio y las tres jacarandas centenarias en flor que nos recibieron en cuanto visitamos el jardín.
¿Cómo fue el proceso de renovación?
—No olvidemos que esta propiedad fue construida en 1765, por lo que fue necesario hacerle varios arreglos. Así fue que comenzamos a idear cada uno de los ambientes con suma meticulosidad, no queríamos que ese encanto de antaño que tanto nos enamoró se perdiera. Contratamos al arquitecto Sebastián Zavala y armamos un equipo de varias docenas de trabajadores locales para reconstruir el lugar. A las pocas semanas de haber comprado la casa nos pusimos manos a la obra, un proceso fascinante en el que comenzamos a descubrir cosas maravillosas, como vigas de pino tallada a mano, baldosas de terracota antiguas patinadas con gasolina y alquitrán, y chimeneas de cantera talladas.
UN AMANTE DE LA NATURALEZA
Hablemos del nombre de la casa…
—Decidimos bautizarla «Casa Acanto» porque las hojas de acanto siempre están presentes en casi todos los diseños de mis obras. Como te habrás dado cuenta, soy un amante de la naturaleza y quería que eso se viera reflejado de alguna forma.
Me doy cuenta de que eres un amante del oro, un elemento muy presente en tu obra…
—Crecí en un mundo rodeado de arte y desde muy chico siempre sentí fascinación por las joyas, por lo que cuando comencé a hacer mis primeros trabajos como artista no dudé en utilizar hojas de oro. Aquí me gustaría nombrar a Olga de Amaral, una artista que desde siempre ha sido mi mayor inspiración y a quien le debo mucha de mi creatividad. También me fascina Mark Rothko, otro de los artistas que más me han marcado en mi carrera.
¿Y qué otros elementos están presentes en tu obra?
—También utilizo mucho las conchas de mar, el hierro y la madera. Eso no quiere decir que de repente tenga una idea disparatada y me ponga a desarrollarla hasta terminarla. Soy un hombre que sin sus manos estaría perdido.
UN PROFUNDO AMOR A MÉXICO
Veo que eres una persona muy apreciada en el pueblo y que todos hacen solo buenos comentarios sobre ti…
—Desde siempre he tenido un gran amor por México, pero debo confesar que desde que compramos esta casa y decidí pasar la mayor parte de mi tiempo en San Miguel, me he dado cuenta de que los mexicanos son los seres más hospitalarios y dulces que conozco. Me siento muy agradecido con la vida por haberme dado la oportunidad de vivir en un país como este, lleno de historia y tradiciones. Siempre estaré agradecido con México.
¿Cuál es tu secreto para convertirte en un perfecto anfitrión?
—Buen humor y exquisita comida. Me encanta tener invitados y disfrutar de esta casa con ellos. Y como este pueblo es un destino al que todo el mundo quiere venir, ¡siempre tengo la casa llena de gente! (se ríe). Este sitio es tan encantador que cualquiera que lo visita se siente cómodo de inmediato. Creo que en muy pocos lugares del mundo uno puede escuchar en su mesa cinco idiomas distintos al mismo tiempo. Y San Miguel es uno de ellos.
Realización y texto / RODOLFO VERA CALDERÓN
Fotos / RAMÓN OUTON
Agradecimientos / DONNIE MASTERTON